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lunes, 2 de septiembre de 2019

Ella (la que debe ser obedecida).

La que debe ser obedecida (como reza el título).
Decía en su día que tras las minas del rey salomón me había quedado con ganas de más, aquí seguimos con el tercer libro que me leo (cronológicamente me debería haber leído este antes que el de las aventuras de Allan Quatermain, pero como el uno no tiene nada que ver con el otro no pasa nada) y no me canso del autor. Uno no para de deleitarse como Haggard describe los entornos y como, cuando el mismo se aburre, se vale de su protagonista (Allan Quatermain de normal y aquí particularmente con Holly) para decirnos que "no nos quiere aburrir con detalles supérfluos".

La novela nos lleva de vuelta a la ignota tierra africana pero esta vez le da una vuelta de tuerca y le insufla un poco de fantasía (en la edición que he leído la catalogaban de ciencia ficción pero nada más lejos de la realidad) y aún con esas nos lo hace creíble. Si en entradas anteriores señalaba las ilustraciones, aquí (que no las hago de menos) he de destacar esas páginas en las que nos cuentan el motivo del viaje, y es que si en La residencia de los dioses de Asterix teníamos un implegable a doble página, aquí tenemos la vasija que nos relata la historia, detalles baladíes posiblemente pero son esos nimios detalles los que hacen que me sumerja aún más si cabe en la historia.

En cuanto a los personajes, seguimos en la línea del autor, como decía antes tenemos un Allan Quatermain (que siempre es bienvenido) en forma de Holly, el Apolo de turno, pero a mi me interesaba más Ella (la que debe ser obedecida) por su historia y lo que la rodea, habrá que ver que se cuenta en las siguientes aventuras.
No es la ánfora pero igualmente enriquece la lectura este pergamino.
Y como no podía ser de otra forma, unas palabras de Ayesha (la que debe ser obedecida):
¿Es pues, un crimen, oh insensato, apartar a quien se interpone entre nosotros y nuestros fines? Entonces nuestra vida no es más que un largo crimen. Holly mío, porque todos los días destruímos algo para poder vivir, porque en este mundo sólo los más fuertes pueden resistir. Los débiles deben pensar que la tierra es para los fuertes y también sus frutos. Por cada árbol que crece, otro debe marchitarse porque el fuerte tomará su parte. Nos apresuramos a desplazar con nuestro poder los cuerpos muertos de los que fracasan y caen. Ay, arrebatamos los alimentos que comemos de la boca de los más hambrientos. Es el orden de las cosas. Dices también que un crimen engendra el mal, pero en esto careces de experiencia porque de muchos crímenes salen cosas buenas y del bien surgen muchos males. La ira cruel del tirano puede resultar una bendición para miles de hombres que  vendrían después y la blancura de corazón de un hombre santo puede engendrar una nación de esclavos. El hombre hace esto o aquello según la bondad o maldad de su corazón pero no sabe en que dirección lo impulsa su sentido moral porque cuando hiere, ignora en su cegera donde caerá el golpe ni puede contar las hebras etéreas que tejen la tela de las circunstancias. Bien y mal, amor y odio, noche y día, dulzura y amargor, hombre y mujer, el cielo arriba y la tierra debajo...todas estas cosas son necesarias las unas para las otras ¿y quién  conoce el fin de cada una? Te digo que ahí obra la mano del destino, que las entremecla para soportar el peso de su propósito, y todas las cosas están reunidas en esa madeja donde todo es necesario. Por eso no alcanzamos a decir: esto es bueno y esto es malo, o la oscuridad es mala y la luz es buena; para otros ojos que no son los nuestros, lo malo puede ser lo bueno y la oscuridad más hermosa que el día, o todo igualmente les puede parecer bello, ¿comprendes, Holly mío?

PD: Al final no se ha demorado tanto como el anterior jejeje.

lunes, 4 de marzo de 2019

Allan Quatermain.

¿Desde Alcobendas con amor?
Regresamos con el héroe de las minas del rey Salomón, al que le tenía muchas ganas.

La novela, también conocida como "Las aventuras de Allan Quatermain", a grandes rasgos sigue la misma estructura que la anterior, mismos protagonistas y descubrimiento de una tierra desconocida (en este caso un pueblo de blancos viviendo en mitad del África negra, ¿una antigua colonia griega? ¿romana? Nunca llegaremos a saberlo ya que el camino seguido por Quatermain y el resto pinta irrepetible) aderezado con el estilo de Haggard.

Si ya en la novela anterior nos deleitábamos con Quatermain, aquí no sólo sobresale con sus intervenciones, especialmente al final (sobervia), sino que disfrutamos con las apariciones de Umslopogaas. La única pega que le pongo a la novela son algunas descripciones que sin ser tan detalladas como pudieran ser las de Tolkien si que notaba algo pesadas en algunos puntos, eso sí, hay que reconocer que el episodio de la "flor" de fuego me gustó mucho como lo relata.

Esta edición venía con las ilustraciones de C. H. M. Kerr que acompañan muy bien al texto.
Una de las famosas ilustraciones que decía.
Dicho lo cual, sigue dejándome perplejo que pese a lo famosas que son las minas, hay un desconocimiento tal del resto de obras del autor que me ha costado encontrar esta novela, hasta el punto de que ni en mi biblioteca lo tenían (bendita sea la de Alcobendas). A ver si con suerte eso cambia y el resto de novelas me son más fáciles de conseguir.

Y como es costumbre, un par de extractos del libro para abrir boca:

Y llegó el día en que el problema, que al principio no había sido más que una nube del tamaño  de una mano humana, comenzó a agrandarse y agitarse sobre nuestro horizonte. Estoy hablando de los sentimientos de Sorais hacia sir Henry. Yo veía cómo la tormenta se  acercaba más y más, y lo mismo mi pobre amigo. Aquel cariño procedente de una mujer tan adorable y de rango tan alto no era cosa que pudiera considerarse una calamidad para ningún hombre, pero, en la posición de Curtis, era una dolorosa carga.

¡Ay, Macumazahn! El mío es el comercio de la sangre, que, sin embargo, es más honrado que otros muchos. Mejor es matar a un hombre en digna lucha que sorberle la sangre del corazón comprando y vendiendo y ejerciendo la usura bajo relucientes trajes blancos. He matado a muchos hombres y, a pesar de todo, no temería volver a enfrentarme a ninguno. Había entre ellos muchos amigos, con los que ahora me alegraría aspirar tabaco. Pero tú tienes tus costumbres y yo las mías; cada cual con su gente y en su pueblo. El buey de la sabana moriría en una tierra de arbustos, y eso me ocurrirá a mí, Macumazahn. Soy tosco, lo sé, y cuando mi sangre se calienta pierdo la noción de mis actos, pero, no obstante, te lamentarás cuando la noche eterna me lleve y me encuentre perdido en la negrura, pues, en el fondo de tu corazón, me quieres, padre mío, Macumazahn el Zorro, aunque no sea más que un abatido perro de guerra, un jefe para el que no hay sitio en su propio kraal, un marginado y un vagabundo por lugares extraños; te quiero, Macumazahn, pues hemos crecido juntos y existe algo entre nosotros que es invisible y que, sin embargo, es imposible romper.

PD: Si que ha llovido desde la primera parte, esperemos que para la siguiente no me demore tanto.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Las minas del ray Salomón.

Uno de esos libros pendientes a los que les tenía ganas desde hace mucho y que posponía.
La historia es genial de principio a fin, pero sobretodo hay que destacar el personaje de Allan Quatermain sin duda genial por su actitud y las perlas que suelta, tanto es así que le tengo ganas a las continuaciones (y por extensión al otro personaje famoso del autor: Ella). Vamos que si la historia ya de por sí merece la pena (una de aventuras para que os hagáis una idea) con el personaje de Allan gana mucho más.
La única pega que le pongo es que en esta edición en concreto no pusieron el mapa que utilizan para llegar al destino, un fallo que si bien no es algo que impida disfrutar de la lectura sí se echa en falta, ya sabéis pequeños detalles que enriquecen la lectura, por suerte como tenía otra edición del libro (sí, tengo libros repes y todo jaja) sí aparecía y pude mirarlo sin problemas.
Finalmente os dejaré un "pequeño" extracto del libro que me encanta y con el que me siento muchas veces identificado:
Y ya sólo me resta disculparme por lo burdo de mi modo de escribir. La única excusa que puedo presentar es que estoy más acostumbrado a manejar un rifle que una pluma, y que no puedo aspirar a los altos vuelos y adornos literarios que observo en las novelas (porque a veces me gusta leer una novela). Supongo que son deseables -estos vuelos y adornos-, y lamento no ser capaz de proporcionarlos, pero al mismo tiempo no puedo evitar pensar que las cosas sencillas son siempre las que más impresionan, y que los libros son más fáciles de entender cuando están escritos en un lenguaje sencillo, aunque quizá no tenga derecho a dar mi opinión sobre este tema. Dice un refrán kukuana que <<una lanza afilada no necesita brillo>>, y basándome en el mismo argumento, me atrevo a esperar que una historia verídica, por muy extraña que sea, no necesita el adorno de las bellas palabras.

PD: Ahora me queda ir pillándome el 2º número de la saga de Allan Quatermain, pero hay tiempo, hasta octubre del año que viene no toca su lectura.