lunes, 7 de mayo de 2018

Infumables.

¿Que es algo infumable? Aunque sólo lo uso para los libros, se puede extender a toda aquella obra que por determinadas razones dejas de lado por ser demasiado tediosa.
Así que se podría decir que lo que sigue es una lista con mis fracasos como lector, o bien una lista con los fracasos de los escritores a la hora de realizar su obra, en cualquier caso, lo que sí está claro es que son una lista de lecturas inconclusas:

Niebla.
No, aquí no aparece el perro de Heidi.
Esta obra de Miguel de Unamuno tiene el dudoso honor de ser el infumable original. Esta aportación de una profesora de lengua como lectura obligada, se hizo tan tediosa que hasta me obligó a buscarme un par de resúmenes sobre la obra para poder saber de que hablar en el exámen/redacción/loquefuere. Respeto es la palabra que me viene a la cabeza recordándolo, no sólo por no recordar ni de que trataba sino porque a día de hoy no me he atrevido ni a ver la portada (la imagen ue sale arriba no es la primera versión que leí, cualquiera la recuerda ya).

Silmarillion.
¿Habrá algo peor del autor? Esperemos que no.
En el principio estaba la primera peli del Señor de los anillos, que ví, disfruté y obrsevé que era vástaga (por así decirlo) de un libro, así que me lancé a leer el libro del señor de los anillos, previa lectura del Hobbit, todo era bonito y disfrutable (salvo por aquellas interminables descripciones que aportaron/aportan entre cero y nada), y llegó el turno del Silmarillion, que puedo decir, una lectura lenta, tediosa y a la que aportaba más al libro de lo que el libro me aportaba, así que tras coger algo de polvo en la mesilla fue deportado a la estantería de la que nunca debió salir.

Historia de dos ciudades.
Eran dos tipos requetefinos, eran dos tipos...cuasi divinos, eran...
Eran años de buen sentido y de locuras; época de fe y de incredulidad; pero lo que está claro es que si tras 100 páginas un libro es sólo monotonía y avanzar páginas sin más interés que el de acabarlo es mejor devolverlo a la estantería y saltar al siguiente, y es una pena porque con Dickens he disfrutado de otras historias.

Anna Karenina.
Esta vez si que es mejor la peli que el libro.
Todos los libros fumables se asemejan; cada infumable es influmable a su modo, ya que hasta ahora podíamos echar balones fuera (ya sea porque era una lectura impuesta, porque otros libros del autor sí habían estado interesantes, etc) pero en esta ocasión no. Pese a que me habían dicho que los rusos escribían muy lento, pero que muy lento, decidí lanzarme a leerlo motivado porque me habían regalado el libro en el Carrefour (con razón lo regalaban jaja) y porque la película de 2012 me había gustado mucho. La historia en sí no es mala, el problema es precisamente el que me habían comentado, que Tolstoi es lento de narices, me revientan (y mucho) esos libros en los que describen hasta el color del aire (Tolkien con los paisajes, G.R.R.Martin con las comidas, son buenos ejemplos) para llenar páginas sin más (que está muy bien para situarse pero la mayoría de las veces no son necesarias), pero al menos en esos casos si quiero puedo agilizarlo saltándome alguna línea/parrafo llegado el caso; en el caso de Anna Karenina no puedo, porque su lentitud no viene de largas descripciones (que tiene pero no hasta el punto de los mentados) sino de que en 20 páginas lo único que ha pasado es que se han saludado dos personajes, con lo que mi ritmo de lectura se resiente bastante. Dos cosas que me sorprendieron para bien de este libro (de los otros no hablo porque hace tanto de ellos que ni me acuerdo) fue el detallazo de incluir una pequeña guía sobre como se pronuncian los nombres rusos (y por ende las letras extrañas en el alfabeto que usamos) y el hecho de que cuando hablan en otro idioma lo dejaran tal cual, que es una chorrada (son frases sueltas que no aportan nada realmente) pero me pareció lo suficientemente curioso como para mencionarlo.

Tras estas pequeñas "aventuras" lecturiles, sólo queda decir que esta breve narración pretende ser un recordatorio de que libros debo (y, porqué no decirlo, la gente en general) mantenerme alejado a la par que un recordatorio para en un futuro darle otro tiento y reafirmarme en lo infumables que son las lecturas o bien en desdecirme.

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